Se ahueca el pantalón por los bolsillos.
Le gustaría soplarse la entrepierna pero está en un lugar público
poco adecuado para sus perversas manías.
Le molesta, le escuece, le tira, le quema,
en definitiva, le pica
la entrepierna.
Es entonces cuando se decide a llamarla.
viernes, 27 de marzo de 2009
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4 comentarios:
Muy pavloviano y muy lacaniano: ante la imposibilidad de escarbarse la pernera interior, hacer una llamada.
Y por supuesto, narrativamente muy fosterwallaciano.
:D
Ib, de algo tienen que servir las lecturas que me estás pagando.
al final yo me suelo encontrar con un teléfono que me quema las manos
o un timbre, o lo que sea según el caso
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